En Furtivos, Vicente Paredes nos habla de esos comportamientos que van en nuestro programa genético. Aunque no haya tierra, el perro siempre tratará de enterrar su hueso; aunque bajo sus pies haya túneles de metro, cristal y cemento, el hombre los horadará para plantar una semilla. Cuando Bilbao se convirtió en una ciudad industrial, miles de personas vinieron desde el campo en busca de trabajo en las fábricas. Eran gentes de campo, igual que las de aquí: la diferencia es que ellos no se pudieron traer sus tierras, hubieron de convertirse de la noche a la mañana en clase obrera urbana, pero en su identidad estaba escrito a fuego, desde muchas generaciones atrás, el mandato: cavarás la tierra, la regarás, mantendrás alejadas las malas hierbas. Okupas precarios, habitantes de la zona gris, recluidos en reservas como indígenas, pronto aprendieron cuál era la clave para la supervivencia: no ser nunca detectados.