¿Cuál es el precio del afecto y en qué moneda hay que pagarlo? ¿Qué pesa más, una caricia o el haber tenido que vaciarnos para conseguirla? A la larga, es inevitable descubrir que algunas monedas pesan mucho más de lo que nos han dado a cambio de ellas. Perder en el cambio y acostumbrarse a esa pérdida es la lección que Martina Iranco, la protagonista de esta novela, aprende desde la infancia.
Con las reglas del juego cosidas al forro del uniforme y la inocencia trastabillada, Martina se irá construyendo un decorado impecable mientras ocultamente satisface su necesidad de prodigarse en besos y caricias. Jugar al sexo como escondite. Ir creciendo con la idea de que el sentimiento es algo vergonzoso. Dedicarse a la búsqueda compulsiva de esos breves momentos en los que el roce de otra piel anula cualquier otra sensación. La paradoja de sentir para no sentir.
Una mujer desnuda habla de nuestra urgencia vital por conseguir el afecto, de cómo aprendemos a ganarlo y de cómo podemos perdernos en su búsqueda; habla de la piel como lugar en el que se escribe el propio desarraigo, de darse cuenta al fin de que jugar a esconderse es un forma de vivir con las manos vacías. Una novela valiente, que pone al descubierto las fibras comunes de lo que debería ser una legítima necesidad y muestra los inútiles prejuicios con que la hemos ido deformando.
«Una de las mejores muestras de erotismo que he leído» (José María Pozuelo Yvancos, ABC).
«Mi libro erótico contemporáneo favorito, el único donde la mujer es activa y lleva las riendas de su sexualidad» (Sophie Bramly).
«Hermosamente perverso, transgresivo e inteligente» (L'Hebdo).
«Evoca a autores como Apollinaire, Cocteau, Mac Orlan o Aragon» (Bernard Delcord).