Dejando a un lado sus privilegios, los miembros de los Trastámara, los Austrias o los Borbones, por muy divinos que se creyeran, no vivieron al margen de las pasiones mundanas. La presión por asegurar ladescendencia de su linaje, las conspiraciones de los propiosfamiliares, las guerras con el resto de potencias rivales o su legado?en algunos casos, lastrado por la consanguinidad? suscitarontraiciones, intensas campañas de desprestigio y no pocasextravagancias. Juana I, desoyendo todas las advertencias, acudióembarazadísima a una fiesta donde se puso de parto y alumbró al futuro emperador Carlos en un retrete; Felipe V se creía rana y brincaba ycroaba por palacio; Luisa Isabel de Orleans protagonizaba insólitasexhibiciones de eructos y ventosidades; Fernando VI solía corretearbajo una sábana como un fantasma; Alfonso XIII se convirtió en elprimer promotor del cine pornográfico en España... Por no olvidar quemuchos de ellos, cuando se deprimían o se sentían sobrepasados por sus obligaciones reales, llegaban a abandonar su aseo personal, seencerraban, se olvidaban de todo entregándose a la caza o ayunaban oengu